noviembre 14, 2006

EL FRAUDE PERFECTO

Se puede engañar a algunos
todo el tiempo y a todos algún tiempo,
pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Abraham Lincoln

“Orientar a la República es la modesta misión que me he fijado”, tal como lo asegura el mismísimo Catón en una reciente colaboración periodística. Y eso es justamente lo que voy a hacer con esta columna durante las próximas cinco entregas, para no atropellar su infinita paciencia con una sola entrega, estoico lector, y para que Don Pepe Escobar, caudillo supremo de este diario, no me desaloje por abusar del espacio que gentilmente me proporciona. Será mi modesta colaboración a la democracia, con honradez y humildad. Mi opinión no es a favor ni en contra de persona alguna o partido, es en apoyo a la democracia, que les quede claro a los sectarios de todos los signos. No es neutra.
Nuevos datos y testimonios de los cuales dispongo, me permiten asegurar, que en efecto se maquinó un monumental fraude en las elecciones del 2 de julio. Lo afirmo sin tener a mi alcance, por ahora, pruebas contundentes, sólo indicios, por las obvias limitaciones del columnista para emprender una investigación de este tamaño que confirme la maquinación. Algunos pensarán que es una novela de misterio o una ficción. Usted lector, elegirá y decidirá.
Los mexicanos participamos, sin saberlo, en un fraude pensado y ejecutado con premeditación, alevosía y ventaja. Así fue calculado y operado, con la paciencia infinita de los perversos inteligentes, aquellos cuya misión primera, en su retorcido fanatismo, consistió en no perder el poder bajo ninguna circunstancia, costara lo que costara.
Y menos permitirían la tragedia implícita al perder sus privilegios frente a un maniático desquiciado, según califican sus enemigos a AMLO, bautizado por Krauze como el Mesías tropical y diseccionado sin piedad por el historiador en un ensayo que no tiene desperdicio, por el conocimiento que aporta a la caracterización de este caudaloso político, publicado en la revista Letras Libres en junio de 2006. Los mafiosos no le dejarían el poder a un tipo populista y vengativo, purificador, que pusiera en riesgo los nuevos y viejos patrimonios de las pandillas políticas, empresariales y confesionales producto de los latrocinios cometidos, y en particular, el de los perpetrados a lo largo de los últimos seis años. Impedirían a cualquier precio, la pérdida del poder frente a un iracundo “ungido” que viniera a alterar el venero inagotable de negocios privados que hoy representa la República.
Primero revisaremos algunas partes del proceso electoral en dónde no hubo manera de cometer el fraude, y donde era y es, imposible obtener evidencias claras de este timo “patriótico” descomunal. Desde luego no lo encontraremos en las actas de escrutinio y cómputo generadas en cada una de las 130 477 casillas, en donde nadie pudo presentar pruebas irrebatibles de alteraciones deliberadas que configuraran un fraude. Nunca lo hallaremos en el conteo efectuado en cada uno de los Comités Distritales de los 300 distritos electorales realizado unos días después de la elección. Tampoco tendremos evidencias claras y contundentes del fraude en la campaña mediática desplegada por los poderes fácticos de la ultraderecha confesional y empresarial que se apoderó del PAN, representada digna y exaltadamente por Fox, aunque sí influyeron, sin ninguna duda, en el ánimo de millones de mexicanos para votar en contra de AMLO; y sostengo que se puede medir su efecto con alguna certeza si se hubiera querido hacer. El gran engaño tampoco lo descubriremos en los resultados del conteo rápido o en el PREP, éste solamente reflejó los resultados de un muestreo profesionalmente diseñado por cinco científicos mexicanos, técnicamente impecable, sólido, preciso y concluyente, porque se contó estrictamente lo que había a partir de las actas de escrutinio y cómputo, y allí no existió nada oscuro, sólo errores, explicables unos e inverosímiles otros. Señalan los expertos que en el caso de la elección presidencial “la variación en la diferencia de porcentaje de votos entre el cómputo distrital y el PREP fue de 0.04% entre los dos candidatos que recibieron el mayor número de votos”. ¿Quiere usted más precisión? Pues ya no se puede. Sólo Dios.
Según mis fuentes, los perpetradores intentaron el fraude cibernético por todos los medios posibles y seguros, evaluaron a conciencia sus peligros, y se dieron cuenta de que esta opción resultaba insostenible porque era irrealizable la manipulación de los sistemas del IFE, de hecho era difícil de ejecutar con niveles de seguridad aceptables, además de que su alteración dejaría huellas reconocibles e innegables del fraude cometido. No hubo algoritmo.
Allí no había nada. A partir de las actas generadas en cada casilla no hay muestras certeras del fraude. Nadie va a encontrar pruebas en donde no existen porque los resultados posteriores a la jornada electoral no muestran evidencias francas de que en cada una de estas partes del proceso electoral se hubieran alterado los resultados. Todos los investigadores han buscado evidencias en donde no existen. Los funcionarios electorales contaron los votos existentes y se dejó constancia de los resultados en las actas. Más claro, se contó lo que ya estaba alterado, manipulado y así se registró.
El fraude se cometió antes del cómputo de los votos en las casillas, mucho antes. Lo que se contó y revisó después del cierre de la votación en las casillas, fue simplemente un reflejo de lo que ya estaba viciado, en consecuencia, lo único que contaron fueron los votos válidos, nulos y sobrantes ya manipulados en cada una de las casillas, y con esos datos se generaron las actas. Fue un proceso corrupto de origen y ocurrió previo al conteo.
Aprovecharon la ley en lo que se refiere al concepto de “definitividad”. Los paquetes electorales no serían abiertos si no existían los escritos de impugnación, hecho que otorgaba la calidad de definitiva a la elección en esas casillas.
Lo que estaba en juego era demasiado para no actuar. Era, ni más ni menos, todo el poder, el inmenso costal del erario, los negocios y el enorme accionar político desde el espacio privilegiado de la Presidencia de la República, aún cuando haya quien diga que se encuentra acotada y agotada. Ni lo uno ni lo otro. Continúa siendo una fuente de poder casi inacabable en nuestro actual sistema político.
Porfirio Muñoz Ledo sostiene que cuando llegó esta mafia al poder “En vez de reformar al Estado, optaron por colonizarlo, por usufructuarlo y por convertirlo en botín de intereses privados”.
Los perpetradores tuvieron ayer y tienen hoy, de nuevo, la plena posesión del aparato del estado para garantizarles a los fraudeadores impunidad absoluta. Y premios. Por eso los diseñadores de la gran estafa comenzaron a trabajar en serio desde temprano: hace cuando menos dos años. Debo reconocer que lo hicieron muy bien. Tan bien, que ha sido imposible encontrar evidencias certeras o testimonios suficientes de que el atraco sí se cometió y cómo. Por ahora, dicen, no hay pruebas ni testigos, y por lo tanto, no existe delito y sin delito pues no hay pena ni reversa, por eso los habitantes de foxilandia están felices. Y no es para menos. Aún con las pruebas en la mano que demostraban los delitos cometidos por varios de los actores malandrines, el TRIFE no castigó ni denunció a nadie. Leyó usted bien, incrédulo lector, a nadie. Lo peor del caso es que estos mafiosos ya descubrieron un camino impune, probado y eficaz, para volverlo a cometer si lo desean, cuando se ofrezca. Y siempre se ofrece.
Conozcamos pues la historia de cómo unos modernos cruzados tejieron un conjunto de acciones cuidadosamente articuladas que examinadas integralmente, como un todo, en el contexto correcto y objetivo, revelarán la trama y la intencionalidad de lo sucedido. El robo del siglo ocurrió más o menos así.
1. Recomposición de los distritos electorales con lo que se le quitó presencia y distritos a zonas o estados en donde la oposición era notoria. Uno por aquí, otro por allá, tal vez no muchos, pero usaron este criterio en la estrategia global. Además de que la razón esgrimida para llevar a cabo la redistritación del país era claramente justificable y entendible en ese momento. Sólo se aprovecho para la causa.
2. Era indispensable que el aparato electoral dispusiera de personal comprometido con quienes urdieron la idea el fraude porque se requería información veraz, de primera mano para el diseño global. Para eso pusieron ahí al señor Ugalde.
3. Después había que desmontar al viejo, honesto e incorruptible primer IFE y comenzaron la operación hormiga tendiente a sustituir al personal de decisión en las posiciones claves del Instituto. Quien tenga dudas al respecto, debe analizar la significativa rotación y bajas del personal del Instituto a partir de que el nuevo presidente entró en funciones. Con esta acción controlaron todos los puestos influyentes del IFE.
4. Cualquier empleado inquieto dentro del IFE sabía desde hace cuando menos dos años, los nombres de quienes serían sorteados para ocupar los puestos de funcionarios en cada casilla. Su nombre tendría que comenzar con la letra “w”, de donde no era posible conseguir 130 mil funcionarios de casilla y menos si le sumamos a los secretarios y escrutadores, entonces tuvieron que avanzar en el alfabeto y ocurrió el milagro: el abanico de opciones se multiplicó, resultando inmejorable para manipular sus nombres y puestos en cada sección electoral y en cada casilla. Bendita “w”.
5. A partir de ese momento comenzó la tarea clave más difícil, silenciosa, delicada y minuciosa: identificar, escrupulosamente, a aquellos ciudadanos que podrían ser funcionarios de casilla en todo el país: presidentes, secretarios y escrutadores, a quienes en confianza y absoluta secrecía se les propuso el gran plan. Aquellos que aceptaron, fueron fichados en sus características más recónditas y se les pidió que participaran, no en una enorme trampa nacional, sino en una inmolación beatífica que los llevaría a cumplir con un destino glorioso y sagrado: “sacrificarse en defensa de la patria”. Los patronos de esta leva de modernos cruzados conocieron a fondo al equipo de fanáticos: su ficha política, tendencias, inclinación a votar, familia, historia, posesiones, ingresos, disposición, corruptibilidad, filias y fobias, amor por México (el de ellos), por sus líderes y por su partido. ¿Complicado? Si, pero posible.
6. Una vez registrados estos soldados de la fe en cada casilla, se les pidió también que en la misma sección electoral consiguieran amigos, familiares o personas de su absoluta confianza, unidos por lealtades indestructibles, a toda prueba, engarzados por compromisos ideológicos, familiares, religiosos, políticos, laborales, e inclusive económicos, o todos entrelazados, para consumar ese bochornoso acto y pudieran incorporarse a la pandilla nacional para acometer esta obra negra monumental. Y se armó la lista completa de los funcionarios con todo y suplentes en la cual ya se tenían plenamente identificados a quienes estaban comprometidos para realizar el trabajo sucio en “defensa de la patria”. Con la ley en la mano.
7. En la memoria histórica de los perpetradores resonaban los gritos desaforados de algunos de sus mayores que supieron defender con la vida, su credo fanático y martirizante: “¡Viva Cristo Rey!” de los cristeros, sinarquistas, sucesores y seguidores. Todo junto: la política, el fanatismo, la religión, sus rústicos alcances, la secrecía de sus inclinaciones fundamentalistas, las sectas, los juramentos indestructibles y sobre todo la fe, antes por sus creencias y ahora por la política, el dinero, los negocios y el poder, todo fundido en una mezcla enfermiza de pasiones inexplicables donde no cabe la razón. La filosofía de los cruzados.
8. Luego comenzó el trabajo fino. Convencimiento a fondo y lavado de cerebro. Las tareas superiores por la patria y por el dogma. Los empeños de la fe. El clásico “debemos impedir que la patria sea tomada por un loco que nos lleve al despeñadero”, también las promesas de dinero a montones y de trabajo permanente con salarios tipo IFE. Pero no crean ustedes, ingenuos dos lectores, que fue una cooptación masiva, a lo tonto, a lo Fox, claro que no, fue la conformación de selectas y leales redes de confianza atadas por vínculos intensamente unidos. Contra eso ya no había defensa posible.
9. Con los inminentes funcionarios electorales de su absoluta confianza, reclutados y adoctrinados para formar parte de esta mafia electoral, ya todo fue bordar y cantar, y los conspiradores se dedicaron a urdir el entramado fino del plan, a consolidarlo y operarlo con la paciencia y perseverancia de un santo, probablemente aquel de las causas imposibles. Había tiempo de sobra y el botín lo valía. Se comenzaron a definir el qué y el cómo, quiénes, cuándo, dónde y a qué hora. Y por cuántos votos. El plan: un fraude masivo pero milimétrico o nanométrico, si usted lo prefiere. Y la gran definición: por cuántos votos debería “triunfar” el panista, estableciéndose la meta de lograr una diferencia máxima de 3 puntos porcentuales arriba de López Obrador, porque esa distancia haría explicable y creíble, casi natural, la separación entre el primero y segundo lugar; y porque los errores estadísticos de las encuestas el término de las campañas se encontraban en los terrenos gelatinosos del empate técnico, sin un claro ganador.
10. Se manejaron varias opciones para concretar el engaño, dependiendo de las oportunidades y circunstancias que se presentaran en las casillas, todas milimétricas y precisas, una por una. La clave de esta asombrosa, perversa y admirable iniciativa fue la extraordinaria dispersión de los mártires perpetradores del fraude: estaban repartidos por todo el país, lo que hizo imposible su detección e investigación en un lapso razonable, y la volvió invisible frente a nuestras propias narices. Vea usted porqué, sagaz lector, en la mayor complejidad del plan, dispondrían, en teoría al menos, de 130,477 aguerridos compinches, uno por casilla; y en el mejor de los casos de 260,000 libertadores, dos por casilla, distribuidos por todos los rincones del territorio nacional dispuestos, según ellos, a defender a México, el mismo que le ha pertenecido a esta mafia por seis cortísimos años. Querían más y trabajaron sin descanso para lograrlo.
11. El plan era impecable, indetectable, casi perfecto, tejido con finura y precisión. Su diseño era tan descomunal e inverosímil que resultaba genial e imperceptible. ¿Quién dispondría de los cuantiosos recursos materiales y humanos para investigar y probar un fraude armado con tal meticulosidad en el cortísimo tiempo legal disponible para impugnar las elecciones con solidez? Sólo el estado tiene los medios para una investigación de ese corte y dimensiones, y ya era patrimonio absoluto de los complotistas. Además, a todo mundo le pasó de noche. Ni se las olieron. ¿Quién lo creería después de que los foxistas navegaron todo un sexenio con la bandera de badulaques e incapaces? Pero no fueron ellos. Solamente lo autorizaron, y otras mentes y manos operaron el plan con eficacia incuestionable.
12. Partieron de los resultados de una encuesta precisa, confiable, científicamente diseñada y secreta que realizaron a unos días de la elección. Con este instrumento tuvieron cifras confiables para dimensionar el tamaño del esfuerzo y para guiar los tiros de precisión.
13. Llegado el gran día todo estaba a punto. Se trataba solamente de garantizar que habría un promedio de nueve miserables votos más por casilla a favor de Calderón para ganar la elección, el 3% de la votación esperada, esa era la meta. Las cifras no eran descabelladas y lograrlas era un juego de niños si todo resultaba de acuerdo al milimétrico plan. Recordemos que para su preparación tuvieron todo el tiempo, todo el dinero, toda la gente que se ocupara, expertos a su servicio y el aparato de seguridad nacional a su entera disposición. Además, estructuras propias y prestadas, éstas ultimas conformadas por resentidos capaces y perversos de a deveras, dispuestos a todo, gente a la medida, con poder real, dinero a montones, una organización eficaz para trabajar a su favor y una legión de fanáticos luchando por un fin superior: salvaguardar la santa patria mexicana que un loco quería mancillar, según el catecismo que le recitaban a su séquito. El primer pago por los servicios prestados ya se hizo público: del presupuesto federal saldrá la friolera de 42 mil millones de pesos en apoyo de los maestros que pertenecen al sindicato aliado de los triunfadores.
14. Previamente, con todo el sigilo que les ha dado la experiencia en el manejo de las sectas fanáticas ultra secretas, y como parte medular del plan, mandaron a hacer varios millones de clones de las 74 millones de boletas, infalsificables según ellos, para su distribución a los miembros de la cofradía ya ubicados de acuerdo al plan. Unos tendrían la altísima responsabilidad de meter votos a las urnas, y otros, de sacarlos en el momento oportuno. Los siniestros luchadores de la fe, sabían de antemano cuáles folios y cuantas boletas serían entregadas en cada casilla y a qué personas porque contaban con información privilegiada.
15. Y así dio inicio la “operación taco”. Los portadores del “taco” fueron cómplices externos a la casilla, votantes “normales” que acudían a cumplir con su deber ciudadano y el otro. Aparte de sus propias boletas, les repartieron un promedio de 15 más a cada cómplice por casilla, cinco votos más por elección. ¿Cuántos taqueros hubo por casilla? Aún no lo sabemos. ¿Lograron meter todos los votos espurios en cada una de las tres urnas? En buena medida sí, recordemos que fue evidente en cientos de casillas la evidencia inexplicable de votos de más o de menos, y que los errores detectados fueron considerables.
16. Recuérdese que el impresor de todo el material electoral fue la empresa Talleres Gráficos de México, organismo (negocio) público descentralizado, en manos del panismo empresarial. La custodia militar fue un adorno que le dio el oropel necesario al proceso democrático ante la opinión pública nacional para aderezarlo con tintes de seguridad y transparencia que remataban con el Internet.
17. Y súmele, atónito lector, la bulla adicional en 10 entidades federativas donde también se celebrarían elecciones concurrentes.
18. La segunda parte del plan fue esta. Cada uno de los cómplices externos tenía la obligación de meter alrededor de 5 votos a cada urna, por cada elección: presidente, diputados y senadores y si no se podía en las tres, por la razón que fuera, lo harían solamente en la presidencial. Acto seguido, y ya conociendo los votos ilegítimos que habían logrado meter, entonces los cómplices internos, uno o varios funcionarios electorales ubicados en cada casilla, harían el resto: extraer la misma cantidad de votos a favor de AMLO, o de cualquier otro partido si las cosas se complicaban. La operación se perfeccionaría al sacar cinco votos de cada mazo por elección. Así lograron parte de la meta. Recordemos que para ganar “limpiamente” se requerían 9.34 votos por casilla que representaban una diferencia del 3% de los votos emitidos entre los dos punteros. Pero el ganador triunfó por un promedio de menos de dos votos por casilla, más precisamente, 1.8 votos. No llegaron a la meta pero ganaron. El plan funcionó a pesar de los errores. A veces sólo tenían oportunidad de meter votos a favor de su candidato porque no había descuidos que les permitieran a los cómplices internos sacar otros tantos, por eso las inexplicables casillas con más votos que votantes porque fue imposible completar el ciclo de meter y sacar; y en otras ocasiones, por problemas de comunicación, los cómplices internos simplemente extrajeron los votos comprometidos sin saber que el cómplice externo falló en el intento porque no pudo meter los votos a las urnas, no hubo manera de conseguirlo, y esta es la razón de los votos de menos.
19. Para eso se usaron los clones de las boletas porque, además, éstas no conservan el folio impreso. ¿En que circunstancia lo lograrían? Lo haría cualquiera de los cómplices internos en el momento oportuno, porque tendrían tiempo de sobra durante las 14 horas de la jornada. O cuando fuera posible, pero antes de llenar las actas de escrutinio y computo.
20. Pero hubo casos en los que sí fue posible meter más de 15 votos a las urnas y sacar otros tantos; con este lance repetido por cientos de cruzados a lo largo y ancho del país, se compensarían las fallas del plan porque habría casillas, tal vez un buen numero, en donde no sería posible consumar el método “retaca y saca” por razones imprevistas: desde funcionarios de casilla honestos hasta representantes de partidos que lograron impedir el fraude sencillamente con estar atentos a todo el proceso.
21. La riqueza de las opciones a la mano de los delincuentes fue vasta. Cuando por diversas circunstancias no había manera de extraer la misma cantidad de votos que ya habían logrado meter a las urnas los cómplices externos, el plan se completaba por conducto del secretario de la casilla, cómplice importantísimo, quien era poseedor absoluto del sello que dice “votó”, y lo imprimió a escondidas al calce de varios nombres de la lista nominal cuando el caso lo ameritaba. Si lo hacía bien, con eso cuadrarían las cuentas y sólo faltaría destruir las boletas en blanco para que todo encajara. No olvidemos que la prioridad era la elección presidencial.
El crimen perfecto.
22. Cuando para equilibrar las cuentas no era posible la extracción de votos a favor de AMLO, ni estampar el sello “voto” en la lista nominal, entonces el o los cómplices desprendían y destruían la misma cantidad de boletas arrancándolas del bloc. Era sencillo destruir boletas, con la ventaja de que el folio no se repite en la boleta sólo queda impreso en la pestaña del bloc de donde se desprende. Así las cuentas cuadrarían al final en términos de votos emitidos y boletas utilizadas pero faltaría que ambos datos coincidieran con los votantes de la lista nominal. Les faltaban votantes que no tenían el sello de “voto”, pero como todo “estaba bien”, alegaron olvidos o descuidos, y con esos argumentos le podrían poner el sello a tantos nombres como hiciera falta para armonizar las cuentas, a la vista de algunos o a escondidas, como se pudiera. Y cero rastro.
23. La boruca de las cuentas, la buena fe de los funcionarios que no estaban al tanto de la intriga, el cansancio, el hambre, la chorcha, las discusiones, las protestas, las distracciones, los conteos y recuentos de los votos una y otra vez y la avanzada hora para el término de la jornada, hicieron propicia la ocasión a lo largo de 14 horas de trabajo o más. Hubo fallas en el plan porque los “yerros” de los ciudadanos que participaron como funcionarios, según la muestra de casillas revisadas por el TRIFE, afectaron al 63 por ciento de las 11 mil 839 casillas (9.07% del total de casillas instaladas en el país). Pero en el 37% las cuentas salieron perfectas: no sobraron ni faltaron votos, en este caso todo les resultó impecable si asumimos que la intención y ejecución del fraude abarcó, y se pudo hacer, en la mayoría de las casillas.
24. Un dato adicional, que nos refleja la cantidad de errores cometidos. En una carta dirigida a Carlos Alazraki por el ahora Senador perredista Ricardo Monreal Ávila, éste se pregunta y responde “¿Por qué se impugnó únicamente la elección presidencial y no la de senadores, diputados, jefe de Gobierno del DF y las delegacionales? Por una sencilla razón: la mayor disparidad y comportamiento irregular en el número de votos se presentó en la presidencial, no en alguna de las otras instancias. ¿Sabías, por ejemplo, que en el conteo presidencial HAY CASI 900 MIL BOLETAS DE MÁS O DE MENOS, que en el cómputo de las otras instancias sí aparecen, checan y cuadran debidamente? 900 mil boletas son casi cuatro veces la diferencia oficial entre AMLO y Felipe Calderón”. No hay plan perfecto, y este dato citado por Monreal nos da una idea de la cantidad de errores cometidos por los perpetradores por la simple razón de que no pudieron completar el proceso fraudulento. El descomunal tamaño de la operación hizo difícil su control y precisión.
25. Ciudadanos y organizaciones independientes han revisado a conciencia los resultados del conteo ordenado por el TRIFE. Es el caso de Comité Ciudadano de Seguimiento del Proceso Electoral quien después de examinar los resultados finales en 11,654 casillas llegó a la conclusión de que “sí hubo fraude”. Afirman: “En muchos casos los votos que están en los paquetes no coinciden con las actas y la alteración es sistemática, se prueba claramente, y no puede ser producto de errores humanos”. Señalan también, que como resultado de los errores encontrados, el PAN tenía 27.5% más votos localizando el origen de este problema en el trabajo tramposo de los escrutadores, principalmente. La organización supone, con razón, que desde dentro de la casilla se promovió el atraco porque el 25% de los ciudadanos que aceptaron ser funcionarios de casilla finalmente no lo fueron, porque ni siquiera fueron llamados para la capacitación de rigor. A mi juicio esta organización tiene fundamentos certeros de lo que sucedió en una parte del proceso, pero les faltan otros elementos que explicarían con mayor claridad el procedimiento completo que siguieron los fraudeadores, lo que nos daría el fundamento cabal del porqué y cómo se obtuvieron los resultados conocidos.
26. Si el éxito coronaba sus esfuerzos, con estas primeras opciones no requerían hacer más: triunfo garantizado. Pero la cantidad de fallas cometidas los apanicó y sus temores los llevaron a utilizar el plan B. Son las variantes que se presentan más adelante. Fueron por todo.
27. El plan B ya fue posterior a la jornada, menos frecuente pero esencial. Se extrajeron de los paquetes electorales suficientes votos originales a favor de AMLO y se sustituyeron por votos clonados a favor de Calderón, especialmente en aquellos casos en donde había la certeza del triunfo de AMLO. La recomendación fue que no querían casillas zapato sino una diferencia mínima a favor de Calderón, apretada pero creíble. Además, esta opción les funcionaría de maravilla en el caso de que los paquetes se abrieran para un recuento, pero no era posible realizarla en muchos lugares porque se requería entrar a las bodegas en donde se resguardaban los paquetes electorales. Sin embargo, hay constancia documentada de personas que entraron ilegalmente a las bodegas de algunos de los 300 distritos electorales, dizque para atender mandatos del TRIFE sin que éste hubiera girado instrucciones al respecto. Recordemos que había personal clave implicado en todas las instancias de decisión y en todos los estados del país. Pero los descubrieron en la apertura de paquetes electorales en las bodegas. Y cuando hubo recuento las cifras no cuadraron en muchos casos por los errores, de ahí la gran cantidad de casillas y votos que anuló el TRIFE porque los delincuentes también se equivocaron propiciando con ello que los resultados fueran inverosímiles en un sinnúmero de casillas. Pero en buena parte de las casillas, la suma de votos válidos, nulos y boletas canceladas cuadró perfecto pero a favor de Calderón por la mínima diferencia.
28. En una variante más de este plan increíble por sus dimensiones, se abrió y sustituyó el sobre con los votos válidos contenidos en el paquete electoral, acto que se pudo realizar durante el trayecto de los cómplices funcionarios de casilla al Consejo Distrital porque quien lleva el paquete es el presidente de la casilla por sus propios medios, sin testigos ni controles.
29. También se abrieron los paquetes en las bodegas sustituyéndose el sobre completo que contenía los votos válidos por los clones con votación a favor de Calderón puesto que ya se sabía cuáles y cuántos folios fueron utilizados y los votos de cada uno, bajo el criterio de que la diferencia entre los dos punteros no superara el 3% a favor del panista. No habría manera de demostrar los cambios. Los números globales cuadraban y si había recuento ganarían sin ninguna duda.
30. La prioridad fue siempre ganar, a como diera lugar, la elección para Presidente de la República, las de diputados y senadores no les importaban.
Los conjurados jugaron con el librito y éste dice que “las elecciones cuyos cómputos no sean impugnados en tiempo y forma se considerarán válidas, definitivas e inatacables”.
Y casi no hubo escritos de protesta en las casillas. Nadie tendría los medios ni fondos para investigar hechos armados con tal detalle, y menos el tiempo para llegar a conclusiones antes de que el TRIFE declarara válida la elección e hiciera la declaración de presidente electo. Aún hoy es imposible. ¿Anotaste las placas? Los de la Coalición tampoco dispondrían del tiempo necesario para armar jurídicamente y con solidez técnica las impugnaciones, porque ni siquiera cubrieron el 100% de las casillas con un representante, dejaron solas 4 de cada 10 y sumaron más de 52 mil descuidos. Así que fundamentar de manera consistente las impugnaciones era imposible en el tiempo de cuatro días para su presentación al Tribunal. Los perpetradores jugaron con los postulados de la ley con relación a los tiempos definidos en la misma. Por eso los tremendos errores jurídicos en el sustento de las impugnaciones por parte de la Coalición, ahí no ganaron nada, no se podía ganar. Por ahí no es Andrés.
El tamaño de la “operación despeje” fue inmenso, articulado y de amplio espectro, y por lo tanto, sujeto a múltiples fallas en su operación. Y las hubo. Tan fue así que no se logró la meta de ganar por un 3% de diferencia que habían establecido, pero les alcanzó para llevarse la cereza del pastel por la mínima diferencia con la sorpresiva decisión del TRIFE. El Tribunal contribuyó con su parte, haciendo caer uno a uno, de manera fraccionada, desarticulada e inconexa, los argumentos esgrimidos por la Coalición, en vez de considerarlos como partes de un todo vinculado en contra de uno de los candidatos.
Cuando en el recuento de casillas autorizado por el TRIFE se detectaron errores que resultaban inexplicables, por ejemplo más votos que votantes registrados en la lista nominal con la leyenda que dice “votó” debajo de su nombre, la anulación fue obligada y automática, lo que implicó alrededor de 233 mil votos invalidados para ambos contendientes, curiosamente muy cercanos a la diferencia oficial entre el primero y segundo lugar, modificando la cuenta final en 0.017% a favor de AMLO. No le alcanzó. Hubo, seguramente, decenas o miles de casos en que los otros funcionarios de la casilla no fueron comprados ni convencidos y menos cooptados, como los representantes de los partidos quienes estuvieron atentos al proceso, muy vigilantes, y no permitieron distracciones que les facilitaran a los complotistas culminar el fraude y no lo pudieron hacer, o en todo caso, les fue imposible completar el ciclo de meter y sacar. Estos honorables ciudadanos metidos a funcionarios electorales, jamás se dieron cuenta de que estuvieron en medio de un muladar y salieron limpios. Por eso falló la meta.
Pero el TRIFE hizo lo que faltaba.
¿De qué hubiera servido el conteo voto por voto y casilla por casilla? De nada. ¿Cómo ganar así? ¿Quién, que no fuera el beneficiario del complot, ganaría así? Con el tiempo sabremos la verdad, alguien nos la contará a detalle. Sucederá cuando a algunos autores de la gran estafa, los asalte el remordimiento que suele atacar a los cruzados, o cuando se sientan estimulados por la celebridad, o mejor, cuando movidos por el dinero confiesen sus pecados. Sólo hay que tener paciencia para que aparezcan los testimonios, porque tienen ustedes que saber, pacientes dos lectores, que sí los hay. Ya saldrán los pestilentes cadáveres del closet. Paciencia, pero mientras ya nos vieron la cara.
Hay expertos en la UNAM que han estudiado los resultados de la elección presidencial, por arriba y por debajo y sostienen, al amparo de sesudas investigaciones, que incluso anulando todas las casillas que presentan errores de cualquier tipo, ganaría el panista, lo que demuestra la genialidad de la maniobra. De ahí la puntada ventajosa de Calderón para tratar de quedar bien ante la opinión pública al solicitarle al IFE que la documentación electoral se “preserve” hasta el máximo que la ley lo permita; al hacer esta petición, no tiene ningún temor de que los resultados cambien en su contra, porque todo el entramado del fraude que le dio el triunfo es prácticamente indetectable y solamente se revelarán los errores humanos naturales y aleatorios en un proceso de este tipo, los cuales serán muy parecidos a procesos electorales anteriores y se repartirán al azar entre los principales contendientes.
El TRIFE tuvo en sus manos la solución histórica y la dejó ir, limpiamente, jurídicamente, cual leguleyos de postín en una barandilla de rancho. No resolvieron el problema a fondo y lo dejaron vivo por años. Serán culpables de ello ante el juicio irremediable de la historia que ubica a cada uno en el lugar que le toca. Decidieron acabar, impunemente, con precisión quirúrgica y técnica jurídica discutible, más de 30 años de construcción de instituciones electorales que gozaban de la más alta confianza, credibilidad y eficacia en el ánimo de los mexicanos.
Es irresistible el deseo de compartir con ustedes, avispados lectores, una idea inquietante. Quienes hayan leído las 308 páginas del dictamen del TRIFE tendrán el convencimiento, más o menos claro por los argumentos utilizados, de la validez jurídica electoral del análisis fraccionado que contiene el Dictamen de los magistrados, para declarar que las ilegalidades y abusos cometidos flagrantemente por el presidente Fox y sus aliados, no fueron “determinantes” para el resultado. En mi hipótesis, si utilizamos los mismos hechos que tomaron en cuenta los magistrados pero articulados, vinculados y diseñados para dañar a un candidato, más algunas variaciones creativas por parte de los juzgadores dentro de los márgenes flexibles de la ley, como ya lo han hecho, era perfectamente posible declarar la anulación de la elección presidencial. Insisto, con base en los mismos hechos hubieran podido fallar en sentido contrario al veredicto emitido. La decisión habría tenido sustento y aceptación entre la gran mayoría de los mexicanos, hubiera sido un resultado natural, porque para todos fue evidente la actuación aviesa del ejecutivo federal, motivada por el pavor, y el odio que le profesa Fox a López Obrador, sin olvidar la ambición fanática por el botín de la República de sus aliados.
Un criterio tramposo y decisivo que utilizaron los magistrados para declarar la validez de la elección, consistió en analizar una a una las impugnaciones y argumentos y no de manera integrada, en el marco de un fino y evidente entramado cuyas acciones articuladas y sumadas evidenciaban con claridad la maquinación en contra de uno de los contendientes. Además de que no utilizaron una sola de las tesis de jurisprudencia que ellos mismos generaron a lo largo de diez años de fallos impecables. Los magistrados analizaron la elección presidencial como si fueran nuevos en el cargo, sin aplicar la experiencia generada. No quisieron ver la clara urdimbre de un plan ni su conspiración. Y mucho menos definieron castigos para quienes violaron la ley a pesar de sus incuestionables excesos. Todos los perpetradores gozarán de impunidad absoluta. Dice el maestro Raúl Carrancá y Rivas, constitucionalista de prosapia, “…esa sentencia fue injusta, arbitraria, inequitativa, negadora de la razón jurídica y del Derecho…”. Y agrega, “Yo estoy convencido por mi parte de que la elección del 2 de julio no correspondió a los principios constitucionales consagrados en la fracción III del artículo 41 de la Constitución, o sea, se violó la norma suprema…”. Yo también, como miles de mexicanos, tengo la certeza de que la intervención de los complotistas, con Fox a la cabeza, sí fue claramente determinante en el resultado de las elecciones.
Sin tomar en cuenta los tremendos errores cometidos, producto de la soberbia y la necedad de AMLO, sus caídas en la intención de voto son excesivas e inexplicables en su magnitud. Y eso es matemáticamente demostrable a partir de los datos siguientes: tómese un conjunto de encuestas y sus variaciones en las intenciones de voto, desde el inicio hasta el término de las mismas hacia el fin de las campañas; relacionémoslas con la propaganda sucia de medios en contra de AMLO durante la campaña y se descubrirá que existe una estrecha correlación, estadísticamente significativa, entre ambos factores y se podría definir, con un margen de confianza razonable, cuántos votos le costó a AMLO la campaña de desprestigio y la conjura autorizada por el presidente. Con este ejercicio estadístico quedaría demostrada la maquinación y hubiera sido razón suficiente para anular la elección presidencial, si hubieran querido hacerlo. Pero ya es tarde.
Conforme avanzaba la campaña indecente de Fox y sus corifeos, disminuían las intenciones de voto para AMLO. Las líneas de tendencia resultarán bastante claras para quien las quiera ver. Esta hipótesis hay que analizarla en el contexto complejo de las ramificaciones para llevar a cabo el gran fraude, habrá que tomar en cuenta que no fue una sola acción sino un conjunto de medidas diseñadas, vinculadas y ejecutadas a conciencia, bien hechas. Todas con éxito relativo en torno a un solo objetivo: ganar la Presidencia de la República de manera más o menos creíble.
En términos de opinión pública, el Congreso vale madre, los diputados han llevado a esa importantísima institución a su nivel más infame, ocupa el último lugar en credibilidad y confianza entre los mexicanos, más abajo que la policía y el Senado, hasta el mero fondo. Así que estas dos elecciones nunca le importaron a nadie. El objetivo era otro.
Lo que sí es imposible medir es el costo electoral que tuvieron las influyentes columnas de renombrados periodistas, historiadores y analistas. ¿Cuántos votos le quitarían a AMLO los artículos de Gilly o los de Krauze, de Cárdenas, de Hiriart, entre muchos otros.
Sostener, como lo hizo el TRIFE, en forma unánime, en el “Dictamen Relativo al Cómputo Final de la Elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Declaración de Validez de la Elección y de Presidente Electo”, que el complot, la campaña sucia y grotesca del presidente y del sector empresarial, entre otros, no fueron determinantes en los resultados electorales, equivale a aplicar la justicia con una venda muy negra en los ojos para no ver lo evidente, para no hacer valer lo que en su propio dictamen reconocieron con aspereza los magistrados. A pesar de conocer el cúmulo de irregularidades cometidas de manera concertada y precisa, perdieron la oportunidad de honrar su propia historia de aciertos ahora que ya se van. Que tragedia. Los integrantes del poder judicial nos quedaron a deber, una vez más, lo que desde hace décadas nos adeudan a los mexicanos: justicia, certeza jurídica y en consecuencia, la paz y la tranquilidad del país.
Ello a pesar de que los magistrados reconocieron en el Dictamen que “…esta Sala Superior no pasa por alto que las declaraciones analizadas del Presidente de la República Vicente Fox Quesada, se constituyeron en un riesgo para la validez de los comicios que se califican en esta determinación que, de no haberse debilitado su posible influencia con los diversos actos y circunstancias concurrentes examinados detenidamente, podrían haber representado un elemento mayor para considerarlas determinantes para el resultado final, de haber concurrido otras irregularidades de importancia que quedaran acreditadas”. Niegan lo que todos vimos día a día en los medios. Niegan los cientos de millones de pesos gastados abusiva y torpemente por el presidente para sostener su intriga en los medios con dinero público. Los magistrados lo atestiguaron también y simplemente replicaron, en el filo de la navaja, que las intromisiones no fueron determinantes para los resultados de la votación. Cientos de miles por todo el país que nunca estarán de acuerdo con ustedes.
Vencieron pero no convencieron.
Dudo que el TRIFE haya tomado la mejor decisión, es incierto que hayan hecho lo más conveniente para el país. Lo que mal empieza mal acaba. Sin embargo, un amplio sector de la población ha quedado satisfecho con la sentencia del TRIFE, básicamente porque nadie quiere conflictos ni problemas, todos queremos vivir en paz, con la esperanza de que, en el fondo, quien ganó, no resulte “tan peor”. Esta hipótesis se hizo evidente en los resultados de las elecciones de Tabasco celebradas el 15 de octubre, las primeras después de la decisión del TRIFE y posteriores a la incineración del capital político personal de AMLO en los altares sacrificiales del Paseo de la Reforma y del Zócalo.
Y en otros sectores, no menos importantes, hay más oscuridad y frustración que antes. Incluso rabia con su carga de violencia contenida, que se evidenciará cuando todas las puertas acaben de cerrarse.
Con el dictamen del TRIFE quedó zanjada la elección. Jurídicamente no hay más. Los poderes fácticos operarán con eficacia toda su inmensa y poderosa red para implantar la decisión tomada.
Por lo pronto los magistrados se van bien pagados, cobrarán su retiro del TRIFE sin gestos, con la frente en alto: se llevarán un promedio de 20 millones de pesos cada uno. Rompieron su cochinito y se repartirán lo que “ahorraron” en sus fideicomisos ilegales y secretos. Encima de que se zurraron en el país todavía les pagaremos hasta la risa con dinero público, como si el sueldo que se zampan mes a mes no fuera, sobradamente, más de lo que se merecen. Se embolsarán más dinero que el que gana el Presidente de la República. Vea usted, en el colmo del cinismo, hasta un magistrado muerto cobrará. Más lo que se acumule. El TRIFE está convertido, al igual que la Suprema Corte, en un engendro de millonarios sinvergüenzas. He dicho, y lo volveré a decir, que nadie puede ni debe ganar esos salarios; ningún mexicano que se desempeñe como servidor público merece ganar ese salario, haga lo que haga. Eso es un atraco.
¡Que tengan buen provecho!, les gritarán educadamente 60 millones de pobres que no tienen ni para comer.
¡Que impudicia de gente!
Ya ni le cuento lo que cobrarán en el IFE por los servicios prestados, también con dinero público, porque ya tengo diarrea del coraje. Pero sus premios ya se publicaron en la prensa y si usted quiere contagiarse del tremendo malestar que a muchos mexicanos nos invade al conocer estos datos, pues revise los periódicos. La lista de premios y facturas por cobrar será abundante e interminable y todos con cargo a la gorda talega del erario. Al final lo pagaremos usted y yo.
Así que… pierdes y te vas. Te atraco y te callas chachalaca.
Conservar el poder bien valía no dar el emblemático grito de independencia en el zócalo, o no rendir un informe, aunque fuera el último. Esos son cacahuates, los lingotes de oro ya los tenían a resguardo.
A AMLO le dejaron el salto al vacío, pletórico de ira, amargura, frustración y desengaño, acompañado por ahora, de cientos de miles de mexicanos inconformes; con su líder vagando en la incertidumbre y la soledad al quedarse a un pasito de la gloria pero sin nada en la buchaca, sin un pedacito siquiera del poder formal, institucional, afanosamente buscado.
Un tabasqueño me recuerda que hoy, ahora mismo, después de varios lustros todavía existen grupos en resistencia civil organizados por AMLO en el edén tropical. Para que le midan el agua…
En estas elecciones mexicanas diseñadas por la desconfianza, el que gana, gana todo, y el que pierde, pierde todo. Es una democracia de pirinola, sin salidas dignas y honorables para los contendientes. En la resaca, quedó también un líder atrapado por la incertidumbre y el riesgo, el desgaste y el caos, la trascendencia y el carisma, buscando, febrilmente, la mejor manera de sobrevivir tratando de encontrar siquiera una salida decorosa, un resquicio y un antídoto que parece haber descubierto. Ya no busca el triunfo, quiere trascender.
Un líder al que se le pueden ir encima todas las instituciones del estado con una orden de aprensión pendiente de ejecutar en la PGR por el delito de desacato, por si se ocupa.
En el balance electoral ya quedaron también los pobres sobre la mesa, no abajo ni al lado sino arriba, como parte fundamental de la agenda nacional y no es un logro despreciable.
A pesar del líder que todo lo avasalla, o tal vez gracias a él, ahí quedó también un triunfo histórico, memorable e incalculable para el PRD y su futuro. No ganó AMLO pero sí ganó el PRD. Y mucho, por donde se vea. Ganaron lo que sólo habían soñado en las oscuras y largas noches de persecución y olvido salinista.
Lo que le queda en el morral a este líder profesional, acusado de orate y trastornado, populista y vacío, lo apostará a sus últimas cartas, abrigando la vaga esperanza del jugador de albures de las ferias de pueblo al decir: “va mi resto” para ganar algo o perderlo todo para siempre. Fue y es una aventura histórica para él, sin puerto seguro para una retirada honrosa. Eso es imposible.
Será el todo por el todo.
López Obrador padecerá en vida el riesgo de que la historia lo defina como un líder trágico, cualidad fatídica asociada siempre a los grandes guías, o se desmoronará, a fuego lento, en el abismo pantanoso de la farsa, con su carga monumental de ridículo. Sobre todo si analizamos las afirmaciones de personajes relevantes como Slim diagnosticándole locura kafkiana a AMLO; de Vargas Llosa advirtiéndonos a los mexicanos “de la que se salvaron” al impedir el triunfo de López Obrador; o de Fuentes afirmando que ya es una payasada; y de Cárdenas al señalar que cometió un craso error, en relación a las acciones tomadas después de conocerse los resultados de la elección.
Esta fue, pacientes dos lectores, la única manera viable de realizar el gran fraude. Monumental y milimétrico, aunque parezca contradictorio o sin sentido.
De otra forma era imposible. Tuvo que ser diseñado y ejecutado más o menos como aquí se describe o sencillamente no intervenir y dejar en libertad a los mexicanos para que ejercieran el sagrado derecho republicano de acertar o equivocarse por seis años.
Y perder el poder.
¿Mito o realidad? Usted decídalo lector. Pero lo único que le pido es que no sea ingenuo. Lo que muchos mexicanos demandamos de los demás es la reflexión crítica de las personas respecto a la elección del 2 de julio. No es demasiado pedir.

Y SI UN DÍA DESAPARECIERAN LAS MAÑANERAS…

A veces me preguntó ¿qué pasaría si no hubiera mañaneras? ¿Se acabaría la democracia en el país? ¿Se terminaría la inseguridad que padecemos...